Él la
quería demasiado como para seguir dejándola ser parte de su desastre, no podía
seguir dejando que ella se quedara a su lado, él no era de fiar, era más de ir
y volver, no sabía quedarse en el sitio, y aunque para él, ella era el
mejor sitio al que ir, no podía dejar pasar los días en que no quería a nadie,
los días en que la vida se hace cuesta arriba de más. Llevaba todo el día
pensando en cómo podría decírselo, como podría apartarla de su peligroso yo.
Como podía salvarla de él mismo.
Ella
al verle algo ido en sus pensamientos le pregunto -¿Qué te pasa, estás muy
serio? , él aún no estaba preparado para decirle la verdad y la dijo –Nada, no
te preocupes, volvamos a casa. Ella le creyó, le quito importancia y le sonrió
amargamente, una de esas sonrisas que son como si algo no terminara de encajar.
Bajaron
por las escaleras del metro, sin hablar demasiado, lanzándose miradas de
complicidad, hasta que el tren llegó a la estación y él la dijo solamente
–Vamos. Ambos subieron al tren y se posicionaron uno frente al otro, sin que él
pudiera llegar a mirarla directamente a los ojos, su vista se entretenía
mirando a los pasajeros de aquel tren, a los ancianos que parecían discutir,
incluso, en una chica y un chico que se miraban a escondidas. Ella se puso
nerviosa al darse cuenta de que él evitaba mirarla a los ojos y le pregunto –
Vamos a tu casa ¿no? , él negó con la cabeza mientras pensaba que ya era hora
de dejar de ser un cobarde, no podía dejarlo para mañana porque podría ser
tarde para salvarla de su desastre, de tomar esa decisión que no quería tomar,
de salvarla de él mismo y finalmente la dijo – Esto no puede seguir así, te
mereces algo mejor que yo, te quiero, pero no sé estar como tú te mereces, es
mejor que hoy tú te bajes en tu estación y yo en la mía. Ella palideció al
instante, enfadada le dijo – ¿De verdad pretendas que me crea todo eso? Si has
conocido a otra sé valien… Él la cortó al instante tocando su cara y
negando con la cabeza y la dijo –Para mí no hay nadie más que tú. Al acabar de
decirlo sonó el aviso del tren para que los pasajeros supieran que ya habían
llegado a la estación. Él la miró con los ojos vidriosos y la dijo –Es la tuya,
ya hablaremos más detenidamente otro día. Ella aún sin creerlo, salió del tren
y se quedo parada tras las puertas, el tren volvió a reanudar la marcha
lentamente, ella giro la cabeza para verle a través del cristal y él aún no
había conseguido dejar de mirarla. Y así fue, así fue como ella y él cruzaron
sus miradas llenas de dudas por última vez.
Él se
sentó en un asiento libre, que acababa de dejar uno de los pasajeros, al
acercarse a otra que le había llamado por su nombre, se fijo en aquellos dos,
se fijó en que aquellos dos eran los mismos que se estaban mirando a escondidas
momentos atrás, el chico la decía algo mientras la alcanzaba y aunque no
consiguió escucharlo todo bien, sí escucho que el chico la dijo que él aún no
la conocía y que aun así ya la estaba echando de menos, que él todos los días
rechazaba el directo para escoger ese tren. Él no pudo seguir escuchando porque
sus pensamientos le nublaban, y aquellas escenas donde surge el amor no le
ayudaban demasiado. La quería demasiado como para dejarla ir así, la quería
demasiado como para obligarla a sufrir con él, ella era su todo pero su todo no
era casi nada. Había algo en su interior que le decía que lo mejor era eso,
salvarla de él mismo. Con toda esta nube de pensamientos, el tren llegó a un
túnel que apago la luz, escuchó como aquel chico y aquella chica se besaban
regalándose el ultimo soplo de sus corazones mientras él solo pudo ver el
rostro de ella en la oscuridad, él la vio en la oscuridad, antes de que todo se
llenara de luz.
Ella
subía las escaleras llorando, pensando ¿Por qué? .Ella conocía todas sus
miradas y aunque aquello que la había dicho sonaba a excusa barata, sabía que
en sus ojos no mentían, subía las escaleras del metro que daban a la calle,
llorando, dejando una lagrima por cada escalón, pensando en que ella estaba
dispuesta a arriesgarse por él pero sobre todo con él, cualquier cosa si era
con él. Al llegar ya a la calle, ella miro hacia el cielo, era un día muy
soleado, y vio su rostro en la claridad de aquella mañana, antes de que todo
Madrid oscureciera.
Todo
había comenzado unos cuantos meses atrás pero ya se había acabado, aquel
maldito día lo había acabado. Ella le echo en falta todos los días y siempre
sintió que le falto ese día en que debían hablar más detenidamente, pero
aquella maldita jornada condeno sus dudas a la eternidad. Él quería salvarla de
él mismo y sí, consiguió salvarla, salvarla de algo más, aquel Jueves, 11 de
Marzo.
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