Las cifras son alarmantes, la sangre corre insistentemente y
los gritos resultan inaudibles. No hay escapatoria, no hay disfraz para Juana
de Arco, ni futuro predecible. Bajo la cama, bajo la mesa o bajo el ego de
algún hombre, nos escondemos agitadas, mientras sostenemos con fuerza la
esperanza de un nuevo día.
-"No usen faldas, escotes, vestidos, maquillaje",
"no salgan sin un hombre", "no desobedezcan a su pareja":
"O les puede ir muy mal".-
Entreguémonos entonces al miedo, a la sumisión, a la monogamia
aplastante que compete a la mujer mientras se acompaña del infame heterismo
masculino. Tomemos la mano de la resignación y callemos los abusos porque
hablar de violencia a la mujer nos convierte en criminales.
Cuando uno vive de cerca las historias que a los hombres
machistas, les resultan valerosas, comprende cuán repugnante es la indiferencia
de la raza humana.
No se trata de hacer pronunciamientos que buscan atención,
no se trata de un cúmulo irracional de quejas; se trata de vidas, de muertes,
de MUJERES.
Somos mujeres porque no tenemos su sexo y eso
automáticamente nos reviste con un manto de fragilidad innecesaria. No somos
menos inteligentes, menos sagaces y mucho menos incapaces. Somos personas, bajo
el mismo concepto que pregonan las constituciones, ¿entonces por qué día a día
somos víctimas de violencia a causa de nuestro sexo?. ¿Por qué tenemos que rasgarnos
las vestiduras, ponernos de rodillas, empuñar las riendas domésticas y
olvidarnos de que existimos como nosotras y no como "esposas de..."?.
¿Por qué nos creemos el cuento de ser insignificantes, insuficientes y
dependientes?.
No somos mujeres porque nos han convertido en mujeres o en
el "otro" género, somos mujeres porque luchamos por ello, porque día
a día tenemos que someternos a las concepciones desgraciadas disfrazadas de
conductas regulares aceptables. Somos mujeres por suerte o infortunio (considerando
el tiempo y el espacio).
No queremos empuñar una bandera en pro de los favoritismos o
las consideraciones, queremos más bien sentirnos en igualdad de condiciones,
sin mofas,sin violencia, sin moralidades.
Ni la iglesia, ni las costumbres, ni el género mismo pueden
enterrarnos bajo la supremacía de ningún otro ser.
También soy mujer y no quiero ser un número más en la lista
mundial de los feminicidios, ni quiero
callarme cuando puedo gritar. Soy mujer y no quiero ser muerte, quiero ser
poesía.
-ANGIE CAROLINA ERASO JARAMILLO.