viernes, 29 de abril de 2016

Muerto en nuestra guerra.

Maltrecho
en el lecho de esta guerra,
absurda guerra
de miradas evasivas
uno del otro.

Muerto de miedo
en aquesta trinchera
en la que me encuentro
solitario
y completamente derrotado,
con temor a perder
más partes de mí,
aunque pocas quedan ya.

Ante ti,
en esos cara a cara,
me encuentro armado
con lápiz y papel
y mis ya inútiles versos.
Tan solo quiero morderte
en tu tersa yugular
hasta oírte gritar
tus mil y un orgasmos.

Abatido de un tiro
como un solo guiño
de esos ojos profundos.

Derrotado,
tirado en el suelo,
agonizando
y pidiendo clemencia a la muerte
para que termine ya
con este trabajo a medias.

Protegeré
mi corazón como nación,
y mi frontera en tus labios.

jueves, 28 de abril de 2016

La musa

Lejos se encuentra su voz
susurrando mis nombres con leve pudor,
mantiene sus manos tocando el color
de mis callados sueños en constante flor.
Caigo tantas veces en su cálido amor
que tengo miedo de no ser real,
me conservo completa sin dudar
mas también su costumbre mantengo a mi pesar.
Mis grises palabras consigue pintar
de vivos colores con su arte y sanar.
Mi musa: artista
y yo
un triste cantar.

A todos los escritores

Ese instante en el que comprendo
de repente
y sin darme cuenta,
aquello que siempre estuvo ahí
pero que nunca había descubierto.
Una de todas las verdades.
Aquella que dice
que nunca estaré preparada para escribir lo que quiero,
así que voy a escribir lo que quiero.

lunes, 25 de abril de 2016

Sinfonía

Cada día me preguntaba dónde podía estar mi alma gemela.
Me levantaba con la misma sensación con la que se levanta un pianista cuando le arrebatan el instrumento al que ha dedicado toda su vida.
Buscaba el amor, buscaba la pareja ideal, mi media naranja o mi medio limón que más da; eso no existe, me decían.

Buscaba cariño y comprensión.
Buscaba detalles tontos más que regalos caros.
Buscaba noches de sofá y manta que rematar en la cama, y no aburridos planes de fin de semana.
Buscaba besos lentos y no lenguas hasta la campanilla en una primera cita.
Buscaba una chica inteligente con la que hablar de libros, política, música instrumental y poesía.
Buscaba unos ojos marrones con brillo antes que unos claros sin chispa.

Buscaba una sonrisa que cambiara mi vida, cuando yo ya era el motivo y principal protagonista de otra sonrisa.

Era como el pianista que se deja el alma en interpretar la obra que ponga el colofón a su vida, cuando en realidad lleva la obra en sus dedos desde hace más de cuarenta fragmentos.

Hasta que un día dejé de buscar, miré para otro lado y me la encontré a ella.
Allí, con esos ojos que había visto tantas veces pero había observado tan poco.
Con esa sonrisa que me me decía: bésame y pon fin a mi mundo, que hoy mismo empezamos una nueva vida juntos.

Y la besé.
Y nuestros labios se fundieron.
Terminé la pieza,
resulta que mi alma gemela venía con sinfonía propia.

Se convirtió en la obra.
La obra que ponía el broche a una vida. A una vida llena de partituras y composiciones incompletas arrojadas a la basura.

Ricardo Marcos.
De mi blog ricardomarcos.wordpress.com

viernes, 22 de abril de 2016

Belleza, una cuestión de elección

Tú, aparentemente tan segura por fuera, haciendo bandera de tu físico. Y sin embargo, tan vacía y falta de sueños por dentro.
Ella, más insegura, con un físico que en ocasiones no le hace toda la justicia que ella quisiera; pero con una mirada y una sonrisa tan limpias que es capaz de conquistar a cualquiera.
Tú, metro ochenta, mirada traviesa y figura perfecta; que se quedan en nada cuando abres la boca y lo estropeas con tus palabras.
Ella, metro setenta al que no llega, ojos negros chispeantes y una figura muy alejada de las mujeres de pasarela; pero con una simpatía y una dulzura capaces de hacerme perder la cabeza.

¿Y aún hoy te preguntas por qué la elegí a ella?

domingo, 10 de abril de 2016

Kamikaze, Irene Gallego.

Noches en vela
en el otro lado
siendo perseguida
por la muerte.
Me despierto
con los huesos calados
del sudor y sangre
derramados,
y los miedos se acrecentan
sin forma de evitarlo.
Caigo y caigo
desde el inframundo
a la tierra de lo oscuro,
más negra de la que ya habitaba,
más muerta que mi alma.
Y grito. Grito por auxilio.
Pero nadie escucha
y tampoco quiero ser escuchada.
El descenso al infierno es fácil,
y una vez allí la luz
se siente volátil.
No la quiero,
no me quiero.
Solamente quiero descansar
de esta batalla explosiva,
lanzarme al vacío de lo desconocido,
vivir una nueva vida,
lejos.
Lejos de mí, de todo.
Lejos de ellos, del dolor.
Silencio. Por siempre,
quiero.

viernes, 8 de abril de 2016

El celebre bar de los atormentados


 Era un célebre bar, allí había reposado Modigliani, allí el padre Grandet había desparramado su oro entero, allí Edgar había dibujado las primeras líneas de su amontillado, allí Holmes había retozado con su pipa en busca de conjeturas; cuantos personajes que para entonces no eran sino hombres. 

 Este era otro hombre, apenas encontrando a quien sería su eterna amada, esta sería el opio, en ocasiones trastocada también a alcohol. 

 El bar era repugnante, tenía impregnado un olor pérfido, sus paredes eran lúgubres tapizadas de melancolía, era un ambiente triste que sin embargo contenía más vida que el escenario más colorido. Hay tanta vida en la muerte después de todo. 

 Este hombre hipocondríaco dio con el bar una tarde en la que había sido molido a golpes, ensangrentado pidió ayuda, refugiándose en el bar de los artistas malditos, (¿pueden ser los artistas algo más que eso?) un hombre mugriento le imploro que se fuera, "busque ayuda en otro lado, váyase" a lo que nuestro hombre contesto "¿no me ve acaso? no podre ir a ningún lugar, déjeme" "¡váyase ahora que puede!" le imploro el desdichado hombre, repitiendo una y otra vez "¡váyase antes de que lo encuentren!" "¡oh, ahí viene!" "¡oh, vida mía!" este gritaba y susurraba. Espantado nuestro hombre apartó al delirante y se sentó en la barra llena de alcohol goteando su espesa sangre, una mujer salió de la nada, esta le miro con compasión, le iba a curar, tomó asiento junto a él, retiro su blusa color salmón y le limpio la sangre, tomo el rostro de ese hombre entre sus tersas manos, le beso llenando de whisky el aliento, la mujer se levanto luego del beso, poniéndose la blusa llena de sangre, nuestro hombre la miraba fascinado, la saboreaba entre tanto, antes de darle la espalda, la mujer le dejó un poco de opio, esta le presentó a quien sería su amada, la mujer desapareció paso a paso y este hombre la acaricio entre miradas junto al opio. 

 Se encontró embebido, palpando por primera vez a su amada, olvidando las afecciones que le hacían retorcerse cada noche, borrando las deudas y dejando atrás los crímenes de su verdad, esta que estuvo a punto de arrebatarle la vida por la tarde, el opio lo cubrió de maravilla.  

Alrededor de él no notaba más que delirantes, un hombre bailaba sin melodía alguna, otro chasqueaba sus dedos y reía, uno rubio jugaba con tres ratas y otro similar a una tortilla susurraba a un vaso de hielo. 

 El tenia a su opio entre esos desdichados, sus labios aún tenían el sabor a whisky de esa mujer, esa mujer que le había hecho liviana el alma, con su olor y blusa de salmón había removido toda la sucia sangre, "¡Qué mujer tan excepcional!" se dijo, le hizo ligero, curó sus heridas, le presentó su verdadera vida, cuando hasta entonces todas las mujeres que había conocido le habían hecho el espíritu pesado, su sangre la habían derramado y sus heridas abrían una y otra vez, retorciéndole cada una con alegría el puñal, "¡Oh, las mujeres, divino tormento, placida muerte!" exclamaba en sus adentros, "Podría amarlas a todas, pero ellas no entienden de amor, los celos las consumen en las noches de ausencia y ya por la mañana no son más que miradas vengativas y caricias nefastas (sí, incluso a las caricias trastocan) ¡Ay, las mujeres, ay, esa mujer!" se decía nuestro hombre esa mujer había soportado sus ataques, sus enfermedades constantes, su sonrisa manchada y sus lagrimas de niño necio, esa mujer le hizo pesada el alma, con sus ademanes de niña y adornos de mujer, con sus amoríos de verano y el adiós en el frio invierno, con su forma de amar, entre berrinches y arrebatos de pasión, entre dulzura y maldad, con egoísmo y compasión, "¡Ay, esa mujer!" se repetía al recordarla, "Qué lejos estaba, tan lejos, gracias a Dios”. Ahora tenía al opio, la mujer bendita de la blusa salmón le había presentado a su amada, le entrego una vida, no la abandonaría permanecería devoto, fue una promesa que se hizo.

 Ese celebre bar, para entonces pestilente y envilecido fue su hogar desde esa tarde, vio a muchos hombres morir en ese lugar, uno le causó especial impacto; el hombre rubio de las ratas, este pasó toda una tarde retorciéndose en el suelo, parecía estar siendo galvanizado, su boca exprimía una sustancia blancuzca con tintes de sangre, nuestro hombre miraba fascinado así como todos (¿de qué otra forma se puede reaccionar ante la muerte?) con asombro veían  la apariencia de la muerte, nuestro hombre lleno de opio magnificaba esa escena, hasta que el hombre rubio dejo de moverse cubierto por completo por el manto de la muerte, pensó entonces que quería una muerte similar, quería que un hombre lo viera morir y que este a su vez deseara su propio final. 

 Desde que entró a ese bar, desde que conoció al opio nuestro hombre no sabía donde comenzaba o terminaba el día, para él era todo lo mismo, embebido en sus pensamientos, amando con el opio, sin darse cuenta huía de si mismo, en ocasiones bailaba con el alcohol, mezclaba whisky y anís, entonces cantaba con el fuego en su garganta. 

 Desde niño había sido enfermizo de allí su naturaleza de hipocondríaco, naturaleza que sin embargo había sido anulada por el opio, ya no habían preocupaciones sobre su salud o un posible ataque, ahora sólo habían fluctuaciones bellísimas  en su mente, veía con claridad en ese lóbrego lugar, era excepcional, magnifico en ese contenedor de pestilencia. 

 Allí brotaba su genio, ese que jamás pensó habitaba en él, trascendentales obras emergían de su puño, trazándolas con sus dedos, dibujándolas con su tinta. 

 Tal vez el opio hacia que huyera de sí, pero solo una parte huía, esa parte débil, infestada de miedo, esta le daba paso a una fuerte, a su verdadera esencia, esta que era genio y arte, desconocida en su estado habitual antes del opio. 

 Su amante hacia que emergiera su lado admirable, lleno de belleza, desbordante, así como hace el amor a las almas que se dejan tocar, así se dejó él al opio, era magnifico desde entonces, no fue una mujer sino el opio, cuanta genialidad irradiaba. 

 A lo largo de la historia es bien sabido que mucho dones han despertado por el beso del alcohol, por el roce de un cigarro, por la mirada del opio, cuantos dones los de los simples mortales, dones que jamás descubren por si solos, cuanta ayuda necesitan los hombres después de todo. 

 El nuestro, nuestro hombre jamás fue tan brillante como en ese celebre bar de los atormentados, muchos perecieron, tantas obras se desvanecieron en el pérfido aire de ese lugar, llenándolo sin embargo de tanta vida, de tanto arte. 

 Siempre había sido flemático y de un pálido enfermizo pero luego de ser tomado por el opio y de sus bailes con el alcohol, luego no llegaba a flemático, no era más que huesos andantes sin carne, ya no era pálido, no era de ningún color antes divisado, la vida se extinguía de su cuerpo y sin embargo él jamás estuvo tan vivo. 

No llegó a despedirse del opio, el alcohol tomo sus últimos instantes en esta tierra, bailando con él como nunca antes había hecho, le dejó agotado en el suelo, sonriendo por recuerdos embellecidos debido a la presencia del whisky, recordaba sus enormes gafas de niño, sus correteos con una dulce niña, las noches de cuentos de su madre cuando yacía enfermo en cama, los besos con esa mujer de ébano, las noches de juegos con sus amigos, las partidas intensas de ajedrez, los paseos por la villa cada tarde, cada momento de su vida aparecía uno tras otro, las lagrimas brotaron cuando ya el whisky se había marchado, cuando ya no había escape al dolor, cuando entendió su soledad, cuando se desgarro por la realidad y su genialidad huyo y su debilidad lo tomó, desesperó por el opio pero ya era muy tarde no alcanzaría a su amada, todo lo abandonaría. Se vio entonces, vio quien era con claridad, nada puede ser tan doloroso como eso, comenzó a gritar, pedía papel y tinta, se la alcanzaron en medio de la desesperación, extinguiéndose trazó con sus dedos estas palabras "¡Huyan! ¡Huyan!" perdió el conocimiento y todo de sí, allí entre estos hombres, entre las últimas piezas de Hamlet, entre El Corazón de las Tinieblas, entre Goriot y Moriarty. 
 

 

martes, 5 de abril de 2016

En otra vida

De mi blog: www.ricardomarcos.wordpress.com

¿Sabes?  A veces cuando me miras y con esa deslumbrante sonrisa me contagias tu alegría, siento como si tu cuerpo y el mío ya se hubieran conocido, y amado, en otra vida.
Porque cuando esa sonrisa me envuelve me encuentro en medio de un torbellino sin salida ni medida, que arrasa sin compasión ni temor el poco sentido común que pudiera quedar en mí; me haces perder un sentido, estimulando todos los demás, ya que aún tengo muy presente la fragancia que desprende tu cuerpo, la suavidad de tu piel, ese dulce sabor que siempre hallaba en tu cuello y aún hoy mi oreja se pregunta donde quedaron aquellos "te quiero" susususurrados con tanta delicadeza a mi oído.

Eras en mi vida fuego y hielo, eras la brújula y el norte perdido, eras el amor y la melancolía, eras el sexo y el romanticismo, eras mi peor pesadilla y mi mejor sueño, eras el encuentro con lo presente y lo desconocido.
Eres un cuerpo y una alma,  grabado por la intensidad de un veneno instantáneo,  en la profundidad de mi piel.
      
   Ricardo Marcos.

lunes, 4 de abril de 2016

Tal y como somos: Amor

Hoy voy a quererme tal y como soy,
hoy voy a dedicarme todo el amor incondicional que pueda sabiendo que,  en un universo no tan alejado de la cordura, estoy formado por pequeñas partes de ti;
tus sonrisas, tus caricias, la suavidad de tu piel, el agradable olor de tu cuello, tu dulce forma de mirarme, tus desayunos que terminan en unos buenos días especiales; tus te quieros y tu penetrante risa; esa que se me clava en lo más profundo de mí como si dardos fueran colmados por la dulce fragancia que desprende tu cuerpo.
Hoy voy a quererme a mí mismo de la mejor forma posible: amándote; sin límites, sin prisas, sin remordimientos

Fin

Y era eso lo que nadie veía; el dolor profundo del personaje...
Todos aquellos se dejaban llenar de una vista superficial, se conformaban con esa fachada de bienestar. 

Ninguno jamas se tomo el tiempo, ni la modestia de mirar dentro de sus ojos para tratar de entender su forma de actuar.
Nunca fueron capaces de ver mas allá de lo que se les ofrecía. 

domingo, 3 de abril de 2016

Muérdeme la pena

La droga es un
“hey, estoy aquí,
voy a retwittearte 
hasta que dejes pulsado mi culo,
y un corazón hipócrita 
y cobarde 
dicte:
me encanta”.

sábado, 2 de abril de 2016

A veces.

Era una chica feroz,
con labios de gominola
y algún que otro diente de león.

Iba siempre sonriendo
como si quisiese impresionar al sol.
Y creedme, a veces lo conseguía.

Sólo necesitaba ponerse aquel vestido de flores
que hasta al más nublado le hubiese aclarado la vista.

Con solo mirarla te daban ganas de soplarle los miedos,
de bailarle las dudas y de contarle todos los lunares de la espalda.
Sobre todo aquellos que tenía en forma de flecha,
como si estuviesen pidiendo a gritos que empezases a besarla.

A veces el amor no es a primera vista,
pero si a primera palabra: Encantada.