Buenas noches caballero…
Esa primera línea, justo encima de estas
palabras ha sido fruto de un gran esfuerzo, producto de un inmenso dilema,
¿cómo nombrarte?, ¿cómo llamarte?... pensé en escribir tu nombre, un poco
diplomático para mi gusto, después pasó por mi mente decirte compañero, pero
compañero es más de lo que eres y mucho menos de lo que fuiste; me saldría de
contexto si decidiera llamarte amor, aunque aún lo seas. Hace un par de años me
hubiera sido muy fácil comenzar este intento de epístola con un “Buenas noches
príncipe”, pero hoy es complejo, incoherente, ¿cómo podría llamarte príncipe?,
y.. ¿Príncipe de qué?, ¿de eso que con tus manos derribaste al partir?, no
puedo llamarte amigo, ni hermano, varón sería descomunal; así que por esta
noche nos tendremos que conformar con que usted sea un caballero, y no uno de
esos honorables hombres de la edad medieval, sino simplemente un
caballero, solo una palabra que tiene como único propósito tratar de manera
formal a un individuo de género masculino.
¿Te parece incoherente la lejanía de los sustantivos y
la cercanía casi invasora de la forma?, incoherencia es mi definición más
próxima desde que tú, estimado caballero, pasaste en frente de mi vista por primera
vez.
Lo he intentado todo, y por si lo que necesitas es un consejo para
recuperarte de una decepción amorosa, te puedo decir que lo del helado es un
mito, sólo he conseguido ganar varios kilos en tiempo récord; arrojar a
la basura todos los recuerdos físicos no sirve de nada cuándo mente y corazón
se empecinan en retener cada segundo vivido; llorar hasta agotar las
lágrimas es una pérdida de tiempo, tarde o temprano el depósito estará lleno
otra vez y podría convertirse en un círculo vicioso; conocer a otra persona es
un fracaso, a parte es crueldad, es como sacar el puñal de tu herida para
enterrarlo a un inocente esperando que con eso tu llaga sane, dos dígitos de
apellido “meses” que han ido de intento en intento, de fracaso en fracaso y que
lo único que han logrado es demostrar que eso de que “el tiempo lo cura todo”
es la mentira más grande que pude haber creído.
A esta altura le siento más lejano, y es que los
intentos duelen, la esperanza duele, la resignación duele, la nostalgia mata, y
mata lento… tal vez a eso se deba la sensación de lejanía, pero aún no logro
discernir, ¿me voy y usted se queda?, ¿se ha ido y yo sigo anclada?, o… ¿nunca
estuvo y estoy engañada?.
Usted y yo, caballero, estamos eternamente condenados,
condenados a no ser siendo, nos atamos, y no fue una atadura a primera vista,
fue una atadura a primer café, a primera charla. Usted prisionero de mi
irreverencia y yo prisionera de su indiferencia. Usted y yo somos un par
de privilegiados que son más alma que cuerpo, y aunque le haya visto
traicionándose con vanidades, es imposible ignorar su esencia, usted y yo hemos
fundido nuestras almas, usted y yo somos un par de vagabundos incomprendidos,
sólo yo puedo leerle los ojos y sólo usted puede desnudar mi alma, usted y yo
somos un par de locos, usted y yo somos un par de insaciables, usted y yo,
usted y yo… ofrecemos mucho, demandamos nada.
Usted es cielo y suelo, yo soy infierno y
salvación, ambos somos miedo y esperanza.
Hoy me siento un poco más sincera, más libre, hoy no se
me antoja hacer uso de la retórica, hoy me nace ser explícita y decirle que
usted y yo caballero, usted y yo somos todo, y al fin de cuentas somos nada.