martes, 7 de julio de 2015

Texto de @Smile0fCheshire

Mi pie golpea rítmicamente el suelo mientras releo por enésima vez el trabajo que hoy debemos presentar para terminar la formación y ponernos a trabajar. De nuevo, no encuentro ningún fallo. Mis compañeros, en cambio, están repartidos por toda la clase charlando animadamente, sin preocuparse, a diferencia de mi. Claro que ellos no han visto lo que yo. Las conversaciones se han convertido en gritos atronadores y risas. Pasados unos diez minutos, se van silenciando y los gritos son sustituidos por el arrastrar de sillas. Una figura aparece en el umbral de la puerta. Con paso firme, la
figura se sitúa en el centro de la clase. A simple vista se puede confundir con una mujer de carne y hueso, y probablemente alguien de principios del siglo XXI no hubiese reparado en la fría y calculadora mirada, en la ausencia de pestañeo, en que el pecho no se eleva al respirar... Todo eso nos hace identificar a un androide, algo bastante común en el siglo XXII. Fueron diseñados para librar al ser humano de las tareas más arduas, como la minería; pero poco a poco se han ido utilizando para otros ámbitos, como la limpieza de las calles o, como el que me está mirando ahora mismo, para la educación.
-A continuación -comienza a hablar con voz metálica-, procederemos a la exposición de sus trabajos. Señor Darkrise, por favor, acuda al frente de la clase y dispóngase a comenzar.
Me levanto y me encamino a la pequeña tarima donde desarrollamos las exposiciones. Proyecto unos hologramas que me ayudarán a comentar mi trabajo, me aclaro la garganta y comienzo a hablar, tratando de sonar firme.
-Bien, he decidido tratar en este trabajo la creación de androides.
Paseo la mirada por mis compañeros y veo que me observan con curiosidad, a la espera de que les cuente algo nuevo sobre este misterioso velo, pues la creación de autómatas humanoides es uno de los secretos mejor guardados del Gobierno. Me seco las manos en el pantalón e intento tranquilizar los nervios que me corroen. Comienzo a pasar hologramas a la vez que cuento lo que todo el mundo sabe: los androides están creados por grandes científicos para hacer la vida de los humanos mejor. El Gobierno incluso asegura que se están probando prototipos para que sean capaces de realizar operaciones quirúrgicas con máxima precisión. En resumen, los androides son estructuras metálicas al servicio del hombre. O, si sabemos la verdad, son cadáveres metalizados de aquellos que osan levantar un dedo contra el Gobierno. Por eso, la creación de estas máquinas es tan secreta. Están diseñadas principalmente para espiar. ¿Irónico, no? Aquellos que se rebelan contra el Gobierno acaban sirviéndolo y llevándole nuevas víctimas para metalizar.
Poco a poco, al ver que no cuento nada nuevo, mis compañeros dejan de prestarme atención. Si contase la verdad sí que me atenderían, pero claro, si contase la verdad, perdería la vida. Termino de hablar y me vuelvo a mi sitio tras pasar por la mesa de la profesora para recoger mi calificación. Un ocho, bastante buena nota para haber dicho una sarta de mentiras. Mis compañeros de alrededor me felicitan. No atiendo al resto de mis compañeros y me paso la clase perdido en mi mente. Suena el timbre que marca el final del día, recojo y me voy. Por los pasillos oigo a alguien gritar mi nombre. Me giro y veo a Isabelle, una chica guapísima de mi clase. Sería perfecta de no ser porque tiene un extraño tic en los ojos. Me dice que tiene algunas preguntas sobre mi investigación y qué si pueden quedar luego. Asiento y se aleja.
Después de dejar el ordenador en mi casa y comer algo, me encamino a la casa de Isabelle. La chica baja corriendo y me saluda. Decidimos ir a una cafetería cercana llamada "La estrella" y nos sentamos a hablar.
-Primera pregunta. ¿Es verdad lo que dijiste en clase? Porque no contaste nada nuevo.
-Claro que es verdad. Y es que no hay nada nuevo que contar.
-Ocultas algo. Si no hubiese nada nuevo, no hubieses elegido ese tema. Además, no entraste en detalles.
"Vaya, me ha pillado", pienso. Tras mucha insistencia, decido revelarla lo que realmente descubrí durante mi investigación, no sin hacerla jurar que no se lo dirá a absolutamente nadie.
-Como ya sabrás, el acceso a la información sobre como se crean los autómatas es algo muy complicado de obtener. Decidí elegir ese tema porque era un reto, quería descubrir algo que nadie antes hubiese dicho. Ideé una especie de suero que, mezclado con el ADN de una una persona, te permitía adoptar su aspecto y acceder a sus recuerdos y conocimientos. Tengo la suerte de que mi vecino James sea un aprendiz de esos científicos que fabrican los robots y haya estado presente en varias creaciones de robots, así que hice que me invitase a pasar una tarde a su casa con la excusa del trabajo. Por supuesto, no me contó nada de demasiado interés. Pasado un rato, pedí permiso para ir al baño y, una vez allí, busqué un peine y guarde unos cuantos pelos. Volví a bajar y, tras otro largo rato hablando sobre el maravilloso invento que son los androides y lo fácil que iba a ser la vida de una persona en unos pocos años, me despedí y regresé a mi casa.
Al día siguiente, me puse manos a la obra con mi suero. Llevé a cabo los preparativos, los cuales no diré, pues el suero es mío y no te pienso revelar su funcionamiento, y, pasada una hora más o menos estaba todo listo. Me inyecté el líquido en la vena del brazo y pronto noté un mareo. La habitación daba vueltas a mi alrededor y apenas me mantenía en pie. Me apoyé en la pared y me dejé caer. Recuerdos que no eran míos iban apareciendo en mi mente. El suero funcionaba. Busqué en la memoria de mi vecino hasta dar con lo que me interesaba: los recuerdos de la práctica. Por fin, los encontré y me sumergí en ellos. Estaba en una gran sala blanca con una camilla en medio. En uno de los laterales había una mesa enorme llena de extraños instrumentos que no tenía ni la más remota idea de para qué servían. Oí una puerta cerrarse a mi espalda y entraron varios científicos seguidos de unos androides. Cuando llegaron a mi altura me saludaron y empezaron a preparar los instrumentos necesarios para la creación. Los androides colocaron algo que no alcancé a ver sobre la camilla. James se acercó, y por tanto, yo también. Entonces vi lo que habían depositado sobre la camilla. Era una mujer con muestras de haber sido maltratada y torturada. Estaba maniatada y amordazada. "En primer lugar, James, debes de atar al traidor a la camilla. Así evitarás que se mueva demasiado y te haga cometer fallos", dijo el que parecía el jefe a James a la vez que procedían a encadenar a la mujer. Supe que su nombre era Steve Hoffman gracias a los conocimientos de mi vecino. Estaba desconcertado. ¿Los androides eran cuerpos humanos metalizados?¿Qué significaba aquello? Quitaron la mordaza a la mujer y esta comenzó a gritar. "Gritos, algo común en los traidores antes de morir. Puedes aguantarlos si quieres. Yo personalmente prefiero callarlos", siguió explicando Steve a mi vecino. Dicho eso, cogió de la mesa de herramientas una especie de cuchilla y abrió la garganta a la mujer. Claramente, la mujer dejó de gritar, más que nada porque se estaba muriendo. Después, conectó una especie de tubo a la raja que le había practicado en el cuello. El tubo empezó a succionar la sangre y, cuando terminó de hacerlo, comenzó a segregar un líquido metálico y espeso. "Esto es algo nuevo. Para dar mayor naturalidad al androide, en lugar de reforzarlo con placas metálicas ahora lo que hacemos es meter este líquido en sus venas en lugar de la sangre. Pasados unos minutos, el líquido se solidificará", prosigue el doctor Hoffman. Empecé a sentir las náuseas, pero tenía que esperar a que se pasara el efecto del suero para salir de allí. Terminaron con el extraño líquido y comenzaron otra fase. El doctor Steve Hoffman continuaba explicando lo que hacían, pero había dejado de prestarle atención. Contemplé como corregían las imperfecciones de la mujer por medio de unos aparatos que, gracias a Dios, no había visto en mi vida. Después, uno de los ayudantes de Hoffman se acercó con unos extraños objetos esféricos en las manos. Cuando estuvo más cerca, vi que eran ojos artificiales. Ojos perfectamente modelados, completamente iguales a los humanos. Capté algunas palabras de la explicación que daba el doctor: aparentemente, eran ojos normales, pero tenían un campo de visión mucho mayor y más definido que el ojo humano. Sacaron los ojos de las cuencas y colocaron los nuevos. Tras ello, pasamos a otra sala. Si estuviese en mi cuerpo, ya me habría desmayado, o al menos habría huido. Pero estaba en la mente de mi vecino James que sigue perfectamente sin sorprenderse de nada. La nueva sala era mucho mayor y con muchísima más tecnología. "Ahora, vamos a modificar sus pensamientos antes de devolverla a la vida. Supongo que esto no lo habías estudiado, ya que es una mejora muy reciente. Ahora intentamos devolver a la vida a los autómatas para que tengan inteligencia, pero modificamos sus ideas para que permanezcan fieles a nuestros propósitos. Un día, querido James, el mundo será completamente nuestro". Una oleada de felicidad recorrió el cuerpo de mi vecino produciéndome a mí el mayor desprecio posible. Afortunadamente, en ese momento el efecto del suero se pasó. Me encontré tirado en mi habitación cubierto de sudor. Me senté en la cama sin saber que hacer con lo que había averiguado. Tras un buen rato de reflexión, decidí que no contaría nada a nadie, pues si lo hacía acabaría como esa mujer. Por eso no debes de decir nada, Isabelle, por favor.
-No te preocupes, no diré nada. Ni tú tampoco dirás nada más jamás.
Levanto la cabeza al tiempo para ver lo evidente. ¿Cómo no me había dado cuenta? La piel perfecta, si lo pienso bien, nunca la he visto sangrar y está bastante pálida, lo que me indica que no tiene sangre en la cara. Y el tic... en realidad es el rudimentario parpadeo de un androide muy semejante a los humanos reales. Isabelle esboza la sonrisa más inhumana que he visto en mi corta vida, porque tengo claro que no veré un nuevo amanecer.
-¿Quién iba a decir que un niñato como tú sería capaz de desentrañar esos secretos? Suerte que no lo has ido publicando...-Según habla, más androides, no tan perfectos como ella, van rodeándome-. Pero no podemos fiarnos de que vayas a guardar el secreto. ¿Vendrás con nosotros?

Salgo corriendo, pero apenas he avanzado unos cuantos metros cuando noto que algo me coge de la camisa y tira me mí hacia atrás. Intento resistirme, pero no me sirve de nada. Un golpe en la cabeza hace que unos puntitos negros aparezcan en mi campo de visión. Los puntitos van aumentando y todo se vuelve oscuros. "Apenas me quedan unas horas para morir", pienso antes de que la oscuridad me suma en un profundo sueño del que, o bien no despertaré, o bien me despertaré en una sala blanca para ser transformado en un androide semihumano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario