jueves, 3 de marzo de 2016

Krishnamurti y el dinero.


Pláticas en Nueva Zelanda, 1934
AUCKLAND, PLÁTICA A HOMBRES DE NEGOCIOS, 6 DE ABRIL 1934

Amigos, creo que la mayoría de nosotros piensa que éste sería un mundo maravilloso si no hubiera explotación, y que sería un mundo espléndido si todos los seres humanos tuvieran la capacidad de vivir de manera natural, plena y verdaderamente humana. Pero son muy pocos los que quieren hacer algo al respecto. Todos se complacen en ese pensamiento como en un ideal, una utopía, un hermoso sueño, pero muy pocos desean actuar. Sin acción, una utopía no puede realizarse ni la explotación puede tocar a su fin.

Ahora bien, puede haber una acción, acción colectiva, sólo si, en primer lugar, hay una consideración individual de ese problema. Todo ser humano, en momentos de cordura, siente el horror de la verdadera explotación que existe, ya sea por parte del sacerdote, del hombre de negocios, del médico, del político o de quien fuere. Todos, si es que hemos dedicado a ello un solo instante de reflexión, sentimos realmente, en nuestros corazones, la espantosa crueldad de la explotación. Sin embargo, cada uno de nosotros está atrapado en esta rueda, en este sistema de explotación, y aguarda con la esperanza de que, por algún milagro, surgirá a la existencia un sistema nuevo. Y así, individualmente, sentimos que sólo tenemos que esperar, dejar que las cosas tomen su curso natural y que, por algún medio extraordinario, vendrá un mundo nuevo. Por cierto, la creación de una cosa nueva, de un mundo nuevo, de un nuevo concepto de organización, tiene que comenzar con los individuos. O sea, los hombres de negocios – o cualquiera en particular – tienen que empezar a averiguar si la acción que desarrollan se basa realmente en la explotación.

Ahora bien, como dije, está la explotación del sacerdote basada en el temor, está la explotación del hombre de negocios basada en su engrandecimiento propio, en la acumulación de riqueza, en la codicia, en sutiles formas de egoísmo y seguridad; y como se supone que todos los que están aquí son hombres de negocios, ello demuestra que no pueden dejar de lado todo otro problema humano e interesarse exclusivamente en los negocios. Después de todo, los hombres de negocios son seres humanos, y los seres humanos, siempre que son explotados, deben tener continuamente dentro de sí este espíritu rebelde. Sólo cuando uno ha alcanzado cierto nivel donde se siente completamente seguro, lo olvida todo respecto de esta condición, respecto de cambiar al mundo o de dar origen a cierta actitud de acción, espontánea hacia la vida. A causa de que hemos alcanzado cierta etapa de seguridad, olvidamos y sentimos que todo está muy bien; pero uno puede percibir, detrás de todo eso, que no puede haber felicidad, felicidad humana, mientras exista lo que es una verdadera explotación.

La explotación, a mi entender, surge cuando los individuos buscan más que sus necesidades esenciales. Descubrir nuestras necesidades esenciales requiere muchísima inteligencia, y no podemos ser inteligentes mientras nuestras necesidades sean el resultado de la persecución de seguridad, de comodidades. Naturalmente, uno debe tener comida, ropas, vivienda y esas cosas, pero a fin de que esto sea posible para todos, los individuos deben comenzar a comprender sus propias necesidades, las necesidades que son humanas, y organizar sobre eso todo el sistema de pensamiento y acción; sólo entonces podrá haber una verdadera felicidad creativa en el mundo.

Pero, ¿qué es lo que sucede ahora? Peleamos uno contra otro todo el tiempo, empujándonos y sacándonos del camino a codazos, hay constante competencia, donde cada uno de nosotros se siente inseguro; sin embargo, seguimos a la deriva, sin encarar una acción definida. Es decir, que en vez de esperar que tenga lugar un milagro que modifique este sistema, se necesita un cambio revolucionario completo, cosa que todos reconocemos.

Aunque podamos tener un ligero temor de una revolución mundial, todos reconocemos la inmensa necesidad de un cambio. No obstante, individualmente, somos incapaces de producir ese cambio, porque individualmente no hemos prestado atención, individualmente no hemos tratado de descubrir por qué debe existir este proceso continuo de explotación. Cuando los individuos sean de verdad inteligentes, crearán una organización que proveerá a las necesidades esenciales de la humanidad y no estará basada en la explotación. Individualmente, no podemos vivir aparte de la sociedad. La sociedad es el individuo, y mientras los individuos estén buscando tan sólo su propia seguridad para ellos y para sus familias, tendrá que haber un sistema de explotación.

Y no puede haber verdadera felicidad en el mundo si los individuos, ustedes, tratan los asuntos del mundo, los asuntos humanos, separadamente de los negocios. O sea, no pueden ser, si se me permite decirlo, proclives al nacionalismo y, aun así, hablar de libertad de comercio. No pueden considerar a Nueva Zelanda como el país más importante, y entonces rechazar a todos los otros países porque sienten, individualmente, la necesidad esencial de la propia seguridad. Es decir, señores, si es que puedo expresarlo de este modo, que podrá haber verdadera libertad de comercio, desarrollo de las industrias, etc., sólo cuando no haya nacionalidades en el mundo. Creo que eso es obvio. Mientras existan barreras arancelarias protegiendo a cada país, tendrá que haber guerras, confusión y caos. Pero si fuéramos capaces de considerar el mundo como algo total, no como dividido en nacionalidades, en clases, sino como una entidad humana, un mundo no dividido por sectas religiosas, por la clase capitalista y la clase obrera, etc., sólo entonces habría una posibilidad de verdadera libertad en el comercio, en la cooperación.

Para producir esto, no pueden simplemente predicar o asistir a reuniones. No puede haber un mero disfrute intelectual de estas ideas; tiene que haber acción. Y para dar origen a esa acción, debemos empezar individualmente, aun cuando podamos sufrir por ello. Debemos empezar a crear una opinión inteligente y, de tal modo, tendremos un mundo donde la individualidad no estará aplastada, metida a golpes en un determinado patrón, sino convertida en un medio de expresión de la vida; no la estropeada, condicionada forma que llamamos “seres humanos”. Mucha gente desea y comprende que debe haber un cambio completo. No puedo ver ningún otro modo que comenzar como individuos, y entonces la opinión individual se convertirá en la realización de la humanidad.

[…]

Pregunta: ¿Existe una fuerza externa, una influencia conocida como mal organizado?

Krishnamurti: ¿Existe? El moderno hombre de negocios, el nacionalista, el seguidor de alguna religión… a estas personas yo las llamo males, males organizados; porque, señores, individualmente hemos creado estos horrores en el mundo. ¿Cómo es que han surgido las religiones con su poder para explotar de manera despiadada a la gente mediante el temor? ¿Cómo han crecido hasta convertirse en máquinas tan formidables? Las hemos creado individualmente, por nuestro miedo al más allá. No es que no haya un más allá; ésa es una cosa por completo diferente. Hemos creado esa máquina en la que estamos atrapados; sólo muy pocos seres excepcionales han roto con ella, y a esos seres los llaman ustedes Cristo, Buda, Lenín, X, Y o Z.

Luego está el mal de la sociedad tal como es, Es una máquina opresora, organizada para controlar a los seres humanos. Ustedes piensan que si se liberara a los seres humanos, se volverían peligrosos, harían toda clase de horrores; por consiguiente, dicen: “Controlémoslos socialmente, mediante la tradición, la opinión, la limitación de la moralidad”; y lo mismo ocurre económicamente. Así, poco a poco, estos males son aceptados como algo normal, sano. Por cierto, es obvio que por medio de la educación nos hacen encajar en un sistema donde jamás se toma en cuenta la vocación individual. Nos encajan en algún trabajo, y así creamos, durante toda nuestra existencia, una vida dual: negocios, o lo que fuere, de 10 a 5, lo cual nada tiene que ver con lo otro, con nuestra vida privada, social, hogareña. De este modo vivimos continuamente en contradicción, yendo ocasionalmente, si es que eso nos interesa, a la iglesia para mantener la costumbre, el espectáculo. Inquirimos acerca de la realidad de Dios cuando hay momentos de conflicto, de opresión, momentos en que todo se nos hace pedazos. Decimos: “Tiene que haber alguna realidad. ¿Para qué estamos viviendo?”. Así, creamos gradualmente una dualidad de nuestras vidas y, debido a eso, nos convertimos en los hipócritas que somos.

Así que, para mí, existe un mal. Es el mal de la explotación engendrada por los individuos en su anhelo de seguridad, de autoprotección a toda costa, sin tomar en cuenta a la totalidad de los seres humanos; y en eso no hay afecto, no hay amor, sino tan sólo este espíritu posesivo al que calificamos de amor.

Pregunta: ¿Puede usted decirnos cómo ha llegado a este grado de comprensión?

Krishnamurti: Me temo que tomaría mucho tiempo y puede resultar muy personal. Primero que nada, señores, yo no soy un filósofo, no soy un estudiante de filosofía. Pienso que uno que es meramente un estudiante de filosofía, ya está muerto. Pero he vivido con toda clase de personas y he sido educado, como tal vez sepan, para desempeñar cierta función, cierto cargo. Y eso, nuevamente, significa “explotador”. También fui el jefe de una organización tremenda creada en todo el mundo para propósitos espirituales; y vi la falsedad de eso, porque uno no puede guiar a los hombres hacia la verdad. Sólo puede tornarlos inteligentes por medio de la educación, lo cual nada tiene que ver con los sacerdotes y sus medios de explotación, las ceremonias. De modo que disolví esa organización; y, viviendo con la gente y no teniendo una idea fija acerca de la vida ni una mente atada a un trasfondo tradicional, empecé a descubrir lo que, para mí, es la verdad y es la verdad para todos: una vida que uno pueda vivir sanamente, cuerdamente, humanamente; una vida no basada en la explotación, sino en las necesidades. Sé lo que necesito, y eso no es mucho; por lo tanto, si para ello trabajo cavando en un jardín o hablando o escribiendo, eso no tiene gran importancia.

Primero que nada, tiene que haber un gran descontento, un gran cuestionamiento, infelicidad; y muy pocas personas en el mundo, cuando están descontentas, desean acentuar ese descontento, pasar por él a fin de descubrir. Por lo general, desean lo opuesto. Si están descontentas, desean la felicidad, mientras que yo – si se me permite ser personal – no deseaba lo opuesto. Deseaba descubrir; y así, paulatinamente, a través de diversos cuestionamientos y de una continua fricción, llegué a realizar eso que uno puede llamar la verdad o Dios. Espero haber contestado la pregunta.

[…]

Pregunta: ¿Cree usted que los sistemas sociales del mundo evolucionarán hacia un estado de hermandad internacional, o que ello se producirá por intermedio de la institución parlamentaria o de la educación?

Krishnamurti: Tal como la sociedad está organizada, no podemos tener hermandad internacional. No podemos permanecer siendo usted neocelandés, yo hindú, y hablar de hermandad. ¿Cómo puede haber verdadera hermandad si están los limitados por las condiciones económicas, por este patriotismo que es una cosa tan falsa? Es decir, ¿cómo puede haber hermandad si usted permanece siendo un neocelandés aferrado a sus prejuicios particulares, a sus vallas arancelarias, a su patriotismo y demás, y yo un hindú que vivo en la India con mis propios prejuicios? Podemos hablar de tolerancia, dejarnos mutuamente tranquilos, o yo enviándole misioneros y usted enviándome misioneros, pero no puede haber hermandad. ¿Cómo podría haberla cuando usted es cristiano y yo soy hindú, cuando usted está dominado por los sacerdotes y yo también estoy dominado por los sacerdotes, cuando usted tiene una forma de adoración y yo tengo otra?, – lo cual no quiere decir que usted deba adoptar mi forma de adoración o que yo deba adoptar la suya.

Por lo tanto, así como están las cosas, no darán por resultado la hermandad. Al contrario, lo que hay es nacionalismo, más gobiernos soberanos que no son sino instrumentos de guerra. En consecuencia, las instituciones sociales, así como existen, no pueden desarrollarse para convertirse en algo magnífico, porque su base misma, sus cimientos son falsos; y los parlamentos de ustedes, su educación, todo lo cual se basa en estas ideas, no producirán hermandad. Mire todas nuestras naciones, ¿qué son? Nada más que instrumentos de guerra. Cada país mejor que el otro, cada país queriendo vencer al otro, inflamando esta cosa falsa llamada patriotismo.

Por favor, a uno le gustan ciertos países, ciertos países son más hermosos que otros y uno los aprecia. Aprecia su belleza, tal como discuta de una puesta del Sol, ya sea aquí, en Europa o en América. No hay nada nacionalista, ningún sentimiento patriótico detrás de eso – uno lo disfruta. El patriotismo surge sólo cuando la gente empieza a usar su discute para un propósito. Y ¿cómo puede haber verdadera hermandad cuando hay patriotismo, cuando toda forma de gobierno se basa en las discriminaciones de clase, cuando una clase que lo tiene todo rige a la otra que no tiene nada o que envía al parlamento representantes que no tienen nada? Por cierto, con esta manera de abordar el estado humano, es imposible la unidad humana. ¡Es tan obvio!, ni siquiera necesita discusión.

Mientras haya diferencias de clase desarrollándose en nacionalidades, diferencias basadas en la explotación que ejerce la clase poseedora, la clase que tiene en sus manos los medios de producción, tendrá que haber guerras; y por medio de las guerras no van a alcanzar ustedes la hermandad, es evidente. Pueden ver lo que pasa en Europa, desde la guerra: más sentimiento nacional, mayor agitación de banderas, mayores barreras arancelarias. Eso, por cierto, no va a producir hermandad. Podrá producirla en el sentido de que habrá una gran catástrofe y la gente se despabilará y dirá: “¡Por Dios, despertemos y seamos sensibles!”. Finalmente, puede que eso produzca hermandad; pero no van a producirla las nacionalidades, no más que las diferencias religiosas, las cuales, si lo piensan bien, se basan en un refinado egocentrismo. Todos queremos estar seguros en el cielo – sea lo que fuere ese sitio -, queremos estar a salvo, y por eso creamos instituciones, organizaciones, para que generen la certidumbre; llamamos a eso religiones y, de tal modo, aumenta la explotación. Mientras que, si vemos realmente la falsedad de todas estas cosas, no sólo percibiéndolas con el intelecto, sino sintiéndolas en totalidad, con la mente y el corazón, entonces la hermandad es posible. Si las percibimos y actuamos, entonces hay una acción espontánea, genuina, moral. Yo llamo a eso una acción verdaderamente moral, cuando percibimos una cosa totalmente y actuamos, no cuando lo hacemos obligados por las circunstancias o cuando hay una hermandad forzada por la pura y brutal necesidad de la vida. O sea, cuando los hombres de negocios, los capitalistas, los financistas, vean que esta discriminación no rinde beneficios, que ellos no pueden hacer más dinero, que no pueden permanecer en la misma posición social, entonces producirán un cambio en las condiciones externas, forzando a ser fraternal al individuo; tal como ahora somos forzados por las condiciones externas a ser no fraternales, a explotar, así seremos también forzados a cooperar. Por cierto, eso no es hermandad, es meramente una acción producida por conveniencia, sin inteligencia ni comprensión humana.

Por lo tanto, para poner realmente en acción la inteligencia humana, los individuos deben actuar de manera espontáneamente moral, y entonces crearán una organización en la que habrá verdaderos luchadores contra la explotación, Pero eso requiere muchísima percepción, mucha acción inteligente, y ustedes sólo pueden comenzar consigo mismos; sólo pueden atender el propio jardín, no pueden cuidar el del vecino.

Pregunta: Por favor, sea franco. ¿Podemos nosotros conocer la verdad tal como usted la conoce? ¿Podemos dejar de explotar y seguir estando en los negocios, o sugiere que debemos liquidar todo? ¿Podría usted entrar en los negocios y permanecer siendo lo que es?

Krishnamurti: Señor, por favor, no esquivo la cuestión. Seré perfectamente franco. Tal como está organizado el sistema, a menos que ustedes se retiren a una isla desierta donde cocinen y hagan todo por sí mismos, tiene que haber explotación. ¿No es así? Es obvio. Mientras el sistema se base en la competencia individual, en la seguridad, en el ansia de poseer, mientras ésos sean sus cimientos, tendrá que haber explotación. Pero ¿no pueden ustedes librarse de esos cimientos desembarazándose del miedo, descubriendo cuáles son sus necesidades esenciales, siendo ricos en sí mismos? Entonces, aunque permanezcan en los negocios, encontrarán que sus necesidades son muy pocas; mientras que si hay pobreza de la mente y el corazón, sus necesidades se vuelven colosales. Pero, a menos que uno sea realmente honesto, absolutamente franco y no se engañe sutilmente a sí mismo, lo que digo puede ser utilizado para más explotación.

No me importaría personalmente entrar en los negocios, pero para mí carecería de valor, porque no tengo necesidad de entrar en los negocios. Por lo tanto, ¿de qué sirve que hable teóricamente? No es que tenga dinero; pero habría algo razonable, sensato, porque mis necesidades son muy pocas y no tengo miedo de ser aplastado. Sólo cuando hay miedo de perder – miedo de perder la seguridad, la protección -, peleamos. Pero si estamos dispuestos a perderlo todo porque no tenemos nada… bueno, no hay explotación. Esto suena ridículo, absurdo, salvaje, primitivo, pero si reflexionan sensatamente sobre ello, si le conceden unos minutos de su pensar verdaderamente creativo, verán que no es tan absurdo como todo eso. Es el salvaje el que se mueve continuamente a instancias de sus deseos, no el hombre de inteligencia. Éste no se aferra a las cosas, porque en lo interno es supremamente rico; por lo tanto, sus necesidades externas son muy pocas. Podemos, por cierto, organizar una sociedad basada en las necesidades, no en esta explotación por medio de la propaganda. Espero haber contestado su pregunta, señor.

Pregunta: Sin deseo de explotar al orador – lo considero como uno de los más grandes de todos los ejemplos de altruismo filosófico -, me gustaría mucho que él le dijera a su auditorio, aquí, esta tarde, qué cree acerca del último milenio al que, sin duda, él y toda la raza humana aspiran.

Krishnamurti: Señor, tener un milenio humano perfecto significa que el salvaje debe ser tan inteligente como cualquier otro, poseer condiciones tan perfectas como las de todos los demás. Es decir, que todos los seres humanos que viven en este mundo, en el momento preciso y al mismo tiempo, deben ser todos felices. Por cierto, eso es el milenio, ¿no es así? Es lo que queremos decir cuando hablamos al respecto. Muy bien, señor. Espere un momento. ¿Es posible tal cosa? Obviamente, no es posible. Pensamos que el milenio es un período en que el ideal ha tomado existencia, en que la civilización ha alcanzado su pináculo más alto. Es como un ser humano que ajusta su vida a un ideal y alcanza la cima. ¿Qué ocurre con un ser humano semejante? Anhela algo más, hay un ideal ulterior. Por lo tanto, jamás alcanza la culminación. Pero cuando un ser humano vive sin tratar de lograr algo, de triunfar, de llegar a una cima, sino que todo el tiempo vive plenamente, humanamente, entonces toda su acción, que debe reflejarse en la sociedad, no alcanzará un pináculo. Estará en constante movimiento y, por lo tanto, creciendo, sin esforzarse jamás por una culminación.

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