sábado, 5 de marzo de 2016

Cristina Macías, Vamos a ponernos guapos.

Expresarte sin expresar es lo suyo ahora. ¿Desde cuándo los sentimientos, las emociones, van precedidas siempre de un “me siento” y un clic indeciso? ¡Qué narices! ¡Ni sabemos expresar cómo nos sentimos por redes sociales! Y esperamos vivir con ganas, dejamos constancia de que llevamos a cabo el “Carpe diem” con una hora de publicación y una ubicación. ¡Cómo si el “Carpe diem” tuviese un aquí y un ahora inamovibles! ¡Como si no pudiese disfrutar la vivencia y después el recuerdo casi imborrable de cómo me temblaban las piernas cuando te esperaba! ¡Como si no tuviese el deseo constante de comerme la vida, la cabeza y las ganas con algo que yo quiera, cuando yo quiera! (Y como yo quiera).
Voy a mostrar mi cambio tan repentino de opinión y de estado de alguna red para justificar, constatar, explicar… ¿A quién? Que sí, que los cambios son geniales. Que hasta ese anciano que se sienta en el mismo sitio, en la misma plaza, con la misma gente, necesita cambiar de punto en la plaza para que el sol le ciegue un poco, y así por un rato ser un poco más feliz, y así por un rato disfrutar a pesar del latente malestar de haberse cambiado de SU SITIO, con mayúsculas. Pero cambia de lugar, sin más. No chilla en medio de la plaza haciendo ver a todos que lo ha hecho.
Las cosas demasiado estructuradas casi siempre ahogan, bien porque sea una estructura extremadamente pésima o bien porque la naturaleza está hecha de estructuras, pero flexibles y cambiantes, como la vida misma, como la rutina. ¿Que no cambia? Yo he visto a mi rutina cambiar, darse completamente la vuelta e incluso cuando era más o menos rítmica con un compás casi automático, siempre había algo diferente. El cambio era, es y sigue siendo renovador. Primero ahoga hasta que te saca el último atisbo de aire que tienes hasta dejarte vacío. Después, ese vacío materializado y ese "Cambio" todavía siendo "Ganas", te acompañan mientras andas, ríes, callas... Poco a poco las ideas de una transición aumentan tus ganas de saber, de ver toda la gama de alternativas que te pierdes y esa imagen de "Cambio" se va haciendo sólida. Finalmente, lo sólido se hace diamante hecho de determinación y ganas de dejarte el alma en algo. No es que las ganas de cambio sean pobres, sino que como diría mi madre “quien mucho abarca, poco aprieta”. Coge lo que más te preocupe, algo que sea relevante no sólo para ti, sino que para tu entorno natural.

Natural… ¿nos acordamos de cómo iba eso de estar en contacto con algo que no sea una máquina? ¿Nos atrevemos a dejar de exponernos, aunque nos cueste no ganar no sé cuántos “me gusta” de aprobación? ¿En todo ese alejamiento de lo artificial, nos paramos a pensar un ratito qué soy, para qué estoy en este suelo, qué puedo hacer para que todo (sin excluir nada de lo que pisa ese mismo suelo) vaya un poco mejor y creamos otro diamante que pueda ser eslabón de una especie de collar enorme? Va, vamos. Que la Tierra se va a ver preciosa con él, prometido.
 -Srta. Freud

No hay comentarios:

Publicar un comentario