Eva llevaba una bufanda roja que se reía con el viento mientras le
cubría los lunares, su cabello jugueteaba con las mariposas. Entretanto sus
ojos se perdían en el azul cielo, así mismo sus labios tomaban el color de las
flores, se paseaba encantada; había sido un largo invierno después de todo, ese
hermoso día el pueblo se desperezaba del frío para abrazar el sol de
nuevo.
Eva debía buscar a Malik, a él le encantaban los días
soleados, imaginaba ese rostro iluminado, él era un amanecer radiante, su alma
se perdía en la danza del sol, tenía que buscarle y ver ese espectáculo, ese
rostro de niño inundado de hombre.
Recorrió el camino con una alegría de infante, ya podía
verlo, casi podía olerlo, Malik emanaba un aroma a primavera, lo sentía en cada
paso con un ímpetu que le desbordaba el alma; así llego a la casa color manzano de Malik, así, entre anhelo y al paso de su espíritu, allí aguardaba Malik
primaveroso, la recibió con su blancuzca sonrisa y un suave beso en la mejilla,
Eva le veía con dulzura, recibió ese cordial beso cómo la flor recibe la brisa
que la baña. El rostro de Malik estaba cubierto de follaje, lo adornaba de
maravilla esa barba, era todo un hombre, Eva le encontraba fascinante, sentía
que podía perderse en ese follaje rojizo, ese hombre tenía tanto de niño, desde
sus gestos hasta su sonrisa, luego sus manos de hombre, gigantescas y tan
suaves como la lira, Eva amaba esa armonía entre niño y hombre.
-Mira, ¡qué hermoso!- dijo Eva.
-El cielo está despejado, nos están invitando a bailar en
él.- dijo Malik gracioso.
-¿Y la música?- preguntó Eva.
-¿Cuántas veces te lo tengo que repetir? La música está en
todas partes, se siente, vibra en uno. Fíjate, la música está en la melodía de
las aves ahora, aunque a veces también está en una roca, o en un libro, o en un
pincel, o en tu cabello, o en tus piernas, o...-
-Ya basta, Malik, si sigues así no podremos bailar y el día
se irá.-
-Sí, pero siempre te lo digo Eva, la música, estas melodías,
las vibraciones, el sentir con cuidado... Te hizo mal mi ausencia en el
invierno, ahora pareces racional, ¡qué miedo me das! Preguntar por la música,
bah, casi sonaste como un viejo matemático, porque sabes que ellos no escuchan,
ni sienten, ni bailan.-
-Sí, sí, Malik, pues en tu ausencia pase todos los días en
casa cuidando a las gallinas, hice mucha matemática, no me creerás esto... pero
tres y dos son cinco.-
Malik lanzo una carcajada al cielo y dijo:
-Vaya, toda una matemática, entonces ya no escuchas música,
has dejado de sentir y de seguro que no sabes bailar, eso tiene arreglo, aún no
eres un caso perdido, venga, Eva de las gallinas y los números infinitos, le
enseñare de nuevo, vamos a bailar.-
Malik tomó con ternura a Eva mientras tarareaba melodías de
pájaro, se movía lentamente y con gracia en medio del césped, bajo el cielo
pintado. El corazón de Eva latía al compás con Malik, pero éste se detuvo
bruscamente y la miro seriamente.
-¿Qué he hecho?- pregunto Eva.
-Esa bufanda, ese atuendo, ¡qué abominación! un día hermoso
y tu aun en invierno, es grave Eva.- respondió Malik sereno.
-¿Apenas te das cuenta?- pregunto Eva exaltada.
-No, pero sabía que si te lo hubiera soltado inmediatamente
habrías huido y te habrías cerrado con el rostro nublado.- contesto Malik
dulcemente.
Eva lo miraba desdeñosa.
-¿Ves? Esos ojitos negritos me miran sin ganas y con un
desprecio de niña, entonces ya no parecen ojitos, parecen lanzas.-
Eva apretó los ojos y se quito la bufanda con desgana.
-Si lo vas a hacer sin ganas mejor lo hago yo.- dijo Malik
sonriendo pacienzudo recogiendo la bufanda del césped.
Malik la recogió poniéndosela de nuevo a Eva, mientras lo
hacia la miraba con los ojos llenos de una alegría infantil, Eva reprimía un te amo de sus labios
ignorando que se le escapaba en los ojos, Malik la leía perfectamente, su alma
comenzó a bailar, si estaba orgulloso de algo era de ese amor, de esa mujer con
el corazón vivo, pronto encontraría la manera de decírselo y robarle ese te amo con sus labios pero en ese momento
era más bello sentirlo que intentar dibujarlo.
La había extrañado durante el invierno, esos ademanes
cuidadosos y titilares, ese rostro de poros floreados, la sonrisa débil y esos
ojos renegridos que ella siempre tornaba en todas las direcciones a causa de la
timidez, esos ojos dilataban un alma preciosa, tan expresivos, tan vivos.
Malik había sentido ese invierno como tormentoso, el trabajo fue arduo
y el descanso poco, su médula helaba cada noche y por las mañanas los huesos le
crujían. Se reconfortaba con su humor de niño y algún que otro recuerdo bello y
claro que el anhelo de regresar a su pueblo y ver a Eva.
Nunca había pasado tanto tiempo lejos de ella, entonces la
repasaba con cuidado sintiéndola, su ausencia lo hacía enaltecerla. Entendió
que la amaba mas allá de todo pensamiento y de cada repaso, así entre esos
gélidos días.
Malik la miraba mientras su alma rebosaba, le quito con cuidado
la bufanda, dejando al descubierto esos tímidos lunares con los que
jugaba en sus sueños.
-Así es como se debe hacer.- dijo Malik con afabilidad
triunfante.
-Deja que el sol bese esos lunares, fueron hechos para
besarse.- agrego coqueto.
-El sol no da besos.- respondió Eva.
-Déjale esa vacía racionalidad a las gallinas.- comento
Malik con gracia.
-Oye pero no hemos avanzado nada, aun cuentas y piensas,
terrible, ven, terminemos el baile.- agrego finalmente Malik.
Así cayó la noche, uno en los brazos del otro, moviéndose al
compás de la música que sus almas tocaban, así, y con la bufanda roja en el
césped dormida.
-Deberíamos quedarnos para el amanecer.- dijo Malik.
-La noche esta fría, vamos a entrar, tendremos otro amanecer
después.- dijo Eva.
-¿Por qué esperar a otro amanecer? Podemos tener este,
estamos aquí ahora.- dijo Malik.
-¿Eso es todo?-pregunto Eva.
-Es todo lo que tenemos ahora.- finalizo Malik.
El frío se hacía implacable, Eva comenzaba a tiritar en
espera por ese amanecer, Malik la abrazó fuertemente para ahuyentarle el
malestar, luego la sentía tanto como a su corazón, ambos ardientes y
rebosantes.
Sin darse cuenta comenzó a recorrerla con los dedos, estos
jugando con la piel y discutiendo con la ropa. Eva sentía que la peregrinaba y
allí entre los brazos de Malik sabía que debía permanecer, pero ¿cómo decirlo?
¿Cómo pedirle que la sostuviera para la eternidad, que la abrigara sin cesar,
que la transitara sin retorno? ¿Cómo hablarle de su amor? ¿Acaso alguien sabe
hablar del amor?
Malik era ese niño poblado del más bello sentir, un hombre
de fluctuaciones corrientes y claras, tan malcriado como sabio, tan astuto como
holgazán, tan inteligente como singular; sabia que le amaba, desde sus
tristezas húmedas hasta sus alegrías pomposas, desde sus enojos ardientes hasta
su calma de arena. Malik la impregnaba con su tacto y aliento, escuchaba su
corazón y el de él, revoloteaba, estaban juntos se sentían, eso era más que
invención.
Una delicada lluvia tomó protagonismo justo antes del
anhelado amanecer, mientras Eva se rendía dormida murmurando sueños. Cada gota
que caía parecía contener un poco de amor, un poco de fantasía, un poco de
sueño y vida. Malik se maravillaba al ver dormir a Eva, la escena era magnifica
debido a las gotas que la cubrían con delicadeza, Malik ansiaba ver el
despertar de ese rostro rociado, se divertía al imaginar esa expresión jocosa,
imaginaba sus pestañas empapadas y sus ojos intentando asomarse, era cuestión
de esperar unos instantes.
Eva despertó cuando la lluvia se hizo grave, su expresión
fue peculiar, muy distinta a como Malik había imaginado, precisamente por eso
se le ensancho el corazón, escenas como esas no pueden ser imaginadas,
expresiones así solo pueden enternecer el alma.
-Qué divino, estas lluvias
son sublimes, bañan el alma y alimentan el amor, muy distintas a las de
invierno, esas lo aporrean a uno como piedras y despiertan la tristeza a
gritos.- dijo Malik mientras se levantaba.
-Estas lluvias son para
sentirlas.- finalizo Malik ya de pie.
Eva no podía hallarse ante
una mejor escena, se le escapaban las sonrisas mientras se desbordaba de amor,
cada palabra que brotaba de Malik era una extensión de su alma tan exquisita.
Le adoraba en sus discursos largos y se maravillaba con cada dibujo de su
pensamiento.
-No se requiere de mucho
para sentir la lluvia.- comento Eva dulcemente mientras se desperezaba en el
césped.
-Ciertamente, señorita de
las gallinas, se requiere alma, sólo eso.- dijo Malik esbozando una sonrisa de
ingenio.
Se acerco entonces a Eva
tendiéndole la mano para levantarla.
-Vamos a sentir esta
lluvia.- dijo Malik rebosado.
Ambos de pie y sujetados de
la mano miraban hacia el cielo, recibiendo el beso de cada gota, en aquel
momento Malik miro a Eva con los ojos brillosos frente a frente sin decir nada
su amor minaba esa mirada primorosa, los inundaba.
Eva recibió esa mirada con
un atisbo de belleza, soltó a Malik para tocar su rostro empapado, pasaba sus
manos suavemente como para capturarlo en su tacto, llenándole con los dedos y
las palmas de melaza amorosa.
Malik tomó las manos de Eva
mientras se deslizaban por sus mejillas, tan pequeñas y delicadas las puso
sobre su monumental pecho.
Eva sentía la camisa de
lino mojada pero más que eso sentía la virilidad de Malik, algo en ella emergía
mientras tenía sus manos como adheridas, Malik de pronto ya no era un niño
tierno que se paseaba por su alma, ahora era un hombre excelso, ancho y fuerte
que se paseaba ardiendo por su sangre, le impresionó su sentir, Eva comenzaba a
arder bajo la lluvia.
Malik sentía esas dóciles
manos sobre él, le removía el pudor a esa inmaculada mujer, sentía que ella
podía perderse en la inmensidad de su cuerpo de hombre, sabía que él quería
recorrerla entera y palpar toda su figura, más que palparla en realidad quería
fundirse en sus formas blandas, traspasar esa piel nevosa.
Malik guiaba las manos de
Eva, así le removió la camisa empapada, los pantalones desgastados y todo lo
que lo cubría.
Eva se encontró por primera
vez frente a un hombre desnudo, la imagen la impresionaba, toda la forma de
Malik, cada pasaje, quería pasearse de arriba abajo, sumergirse en esa
inmensidad de hombre.
-Este no es cualquier
hombre, es Malik.- se dijo Eva y sus palpitaciones aumentaron, todo era
desconocido y simplemente delicioso.
Las formas de Eva se
notaban exquisitas debido a su ropa humedecida, sin siquiera pensarlo Eva se
deshizo de su vestido y todo lo que la ocultaba.
La lluvia era impetuosa
cuando el amanecer estaba desperezándose para salir, esos cuerpos desnudos
emanaban un brillo nunca antes visto, la exquisitez de la forma humana
resplandecía, de igual forma la sangre que los recorría iba desembocada
buscando la del otro.
Malik sentía la belleza de
ese cuerpo, de esa mujer, la sangre le hervía y el corazón se le dilataba, esas
curvas tiernas lo habían esperado mucho tiempo, esa alma delicada estaba allí
después de haber pasado toda su vida intentando encontrarla sin siquiera
saberlo.
Malik se alejó y cerró sus
ojos dejándose dominar por la lluvia y todo su sentir, cada gota lo descendía y
Eva lo admiraba queriendo ser esa lluvia, cada gota, deseaba tanto que no
consiguió controlarse y se acerco para bañarlo con ella, toda su vergüenza se
desvaneció en la nada.
Eva se acercó quitando las
gotas de la piel de Malik con sus besos, comenzó por su rostro y su barba, ya
luego deteniéndose con pasión en esos labios perfectamente dibujados y así por
su pecho ancho, los brazos fuertes, esos muslos pomposos y esas piernas
fuertes.
Eva susurraba entre besos
palabras de amor, su alma se dibujaba con cada aliento, luego se detuvo para
aprenderlo con sus manos, lo tocaba suavemente por cada pasaje mientras veía la
expresión de éxtasis en el rostro de Malik, al terminar acercó su cuerpo al de
Malik.
Malik sentía el calor de
Eva, sus manos temblaban, quería tomarla sin preámbulo, posó sus labios fuertemente
en los de Eva, la besó con efusión y finura, despacio para capturar su aliento.
Las manos de Malik hallaban
el camino en el cuerpo de Eva, recorriendo su blanda y pequeña cintura,
peregrinando en ella, absorbiendo con su tacto los senos de maná de Eva,
traspasando la nieve en esos muslos juguetones, la sentía cómo a su propia
piel, esa divina piel que hasta entonces había permanecido intacta.
Malik sentía su sangre
junto a la de Eva, corrían juntas, ambos palpitaban cómo sólo los verdaderos
amantes hacen. Fluían sin cesar, temblaban y ardían, fundidos al mismo tiempo
en caricias y besos, de repente ya no sentían la lluvia caer, sólo se sentían, así
cayeron al césped para trascender el uno en el otro.
Malik se extendió por toda
Eva, mientras ella lo abrazaba con todo su ser. Eva floreada y Malik naciente, comunión
perfecta. Malik se liquidaba en Eva y ella se vertía por completo en Malik.
El amanecer se apareció con
su excelsa belleza, Malik yacía en calma, adormilado en el pecho de Eva.
Eva lo resguardaba con
ternura mientras sonreía con amor y dicha, veía ese rostro suave, fascinada por
tal belleza, ese rostro quieto, desde sus pestañas caladas de amanecer, hasta
los labios contenedores de vida. Le veía descansar en ella, lo cual era
asombroso, ese hombre tan niño en sus brazos, quería conservarlo, le escuchaba
respirar disfrutando de sus sueños, sabía que quería verle cada amanecer, guardarlo
en sus brazos e impregnarle su amor en cada sueño, velar por su descanso,
compartir su velo, buscar a Morfeo juntos, siempre.
La mañana los encontró, el césped
esparcía el alma de los amorosos, mientras Malik se desperezaba cómo un niño
mimado, Eva le dejo levantarse mientras acomodaba su cabello.
Buscaron sus ropas, Eva se
encargo de vestir a Malik, mientras Malik se encargo de vestirla a ella. Sonreían
en complicidad, cómo verdaderos compañeros, vertidos el uno en el otro sin
dejar de ser, ése era el inicio de una vida que ambos crearían, ésa entre sus
preciosas soledades y su maravillosa compañía, entre preguntas y respuestas,
dudas y certezas, divagaciones y pereza, risas e historias, lecturas y
silencios, entre amor y más besos.
Entraron a la casa color
manzano de Malik, Eva miró con ternura ese lugar que arropaba cada día y noche
a Malik, todo desordenado y colmado de fantasía. Malik comenzó a hacer café
mientras tarareaba una melodía divina, Eva salió sigilosamente tomando papel y
un bolígrafo se sentó en compañía de un árbol milenario, miraba la bufanda roja
que con dulzura Malik había removido luego miró al cielo y se dejó besar con
delicadeza por la belleza de ese día, dirigió la vista a esa casa color manzano,
comenzó a escribir con el alma danzante.
Querido
Malik, sí, comienzo esta carta como tantas veces se ha hecho.
Querido, no tienes idea de lo mucho que te
siento, pero no te hagas una idea porque en realidad me gusta permanecer fuera
de ellas.
Siento cada letra, cada palabra, siento tu
nombre, con tanta belleza se escribe, con tanta dulzura se pronuncia.
Querido Malik, cambiaré el “querido” porque en
realidad te siento amado, hagamos que comienzo de nuevo.
Amado Malik, la mañana está hermosa pero estas
en un manzano jugando con el café, así que no puedes ver esta mañana, intentaré
describirla para ti, lo haré para que saborees mejor el desayuno, para que me
tengas al menos en un bocado o en un sorbo de café mientras me lees.
Amado
mío, los pájaros parecen coquetear con los arboles mientras los contenedores
milenarios seducen a la lira, la lira a su vez encanta a una abeja traviesa,
imagino que la abeja estará enamorada de un cerezo, es lindo pensar en ese
valle de amor, porque todo se reduce a eso, ¿sabías? el amor, bueno, en
realidad no se reduce, se magnifica, deberías estar orgulloso de mi, ya me corrijo.
Ahora el viento hace bailar a dos mariquitas,
esas que se pasean siempre por la roca en la que sueles sentarte, la bufanda
roja que me quitaste sigue entre el césped, no la levantare porque ahora es el
hogar de alguien.
El sol parece acariciar a las flores con
ternura, estas se levantan con alegría cómo quien despierta y ve a su amante.
El cielo
está despejado, parece ser egoísta, no quiere que ninguna nube le quite
protagonismo, quiere solo él ser admirado, debe estar muy contento porque lo
admiro y le amo.
Creí ver un colibrí, sabes lo que me producen
estas criaturas, el alma se me desborda, qué niña soy ahora, si tan solo
pudiera jugar con él un ratito, es tan fugaz y tan lindo, amado mío si pudiéramos
viajar en un colibrí.
Ahora tu manzano se ve colorido, escucho una melodía
de violín, debe ser el niño Eliot desde aquella casa de palmas.
La mañana esta hermosa, ahora pasó la señora
Adelaida con el travieso Napo, me han brindado de una sonrisa que de
seguro habrías disfrutado, en especial la de Napo, me han hecho bailar un poco,
pensar que no había bailado desde hace tanto, tenias razón, tu ausencia me había
alterado en un viejo matemático.
Qué hermoso espectáculo, mis palabras son
pobres formas para intentar capturar tal imagen, pero al menos puedes disfrutar
de mi rara escritura y preguntarte si mis r son íes o reírte de cada descripción
que hago o tal vez imaginar que mientras te escribo visto un disfraz purpura de
hormiga.
Amado Malik, ya debería entrar en tu manzano y
hacer una critica dulce sobre tu café y llenarte de besos las pestañas y juguetear en tus labios y pellizcarte la
espalda, pero no puedo irme todavía, quiero tenerte un momento más entre estas
letras que son tuyas.
Amado Malik, te amo, me siento tan viva al
sentirte en mí, floreados mis dedos que te escriben, me invades el alma, te
siento en cada palabra, eres parte de mí, de todo mi ser, te amo, qué delicia
el sentirlo.
Amado Malik, qué hermoso te tengo cuando me
siento.
Te amo, sí, siento que lo estoy diciendo
demasiado, pero sigue surgiendo sin parar esa es tu responsabilidad.
Este árbol que me acompaña es frondoso y
vivaz, me susurra cumplidos y me habla de ti, ahora dice que el otro día te
perdiste viendo una mariposa y luego buscando un águila, ese mismo día lloraste
junto a las flores, dijo que quería abrazarte pero que las flores hacían más
que suficiente a tu lado, dice que eres buen compañero, eso puedo confirmarlo.
Amado Malik, la mañana exclama vida y dibujo
un te amo para ti, así lo guardas en tu barba y después lo sientes en el alma.
Ya voy contigo, amado Malik, a saborear el café
de tus labios y comer el desayuno entre tus brazos, espero te haya gustado la
mañana, te invito a un paseo por la tarde y a buscar dientes de león comiendo
mandarinas.
Te amo, Malik, la próxima vez solo ponle dos cucharaditas de azúcar al café.
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