domingo, 20 de marzo de 2016

Iniciando los sucesos improbables @identicodisimil

Es por muchos sostenido que la Historia la construyen los grandes hombres. Lo que voy a contar ahora, es la historia de cómo el sujeto más insignificante, irrelevante, y con muy poco aprecio hacia la humanidad logró cambiarla para siempre. Puede que no lo lleguen a notar, pero si prestan atención a lo que diga, lograrán entenderlo. Este relato será concreto, mi intención no será reparar en cuestiones específicas que vayan más allá de lo necesario. Les pido desde este momento que me consideren a mí como un personaje secundario, en ocasiones incluso incidental. El protagonismo de esta historia recaerá en ella misma. Todo elemento que mencione a partir de este momento, sólo busca pasar de lo anecdótico a lo ilustrativo. Mi única finalidad es lograr demostrar mi punto.

Nos han hecho creer toda la vida que los fracasados, y la gente sin ambiciones no sirven ni aportan en nada a la sociedad. Que su existencia es completamente intrascendente. Sólo los hombres con ideales firmes, trabajadores incansables y que nunca se dan por vencidos serán quienes forjen el destino del mundo. Ellos serán los responsables de trazar el camino de todos. Serán nuestros guías, futuros héroes y modelos a seguir. Eso no pudiera ser más erróneo y es mi intención el demostrarles por qué.

Mi nombre es Doyle Moore, soy parte de lo que es conocido como la escoria londinense. Desempleado, alcohólico, drogadicto, de muy mala apariencia y aún peor aroma. Vivo de las limosnas de la gente y de lo que puedo robarles a los transeúntes que caminan distraídos por las calles, inmersos en su propia burbuja. Son blancos fáciles y no representan mayor problema. No es un trabajo tan duro y la paga a veces es buena. Puedo huir satisfactoriamente con sus pertenencias aproximadamente dos de cada tres ocasiones, una expectativa de éxito nada mala. En cada atraco, no logro obtener más que unas cuantas libras en efectivo y sus teléfonos celulares que consigo vender por poco dinero en el mercado de pulgas. Mis favoritos son los que tienen pantalla táctil, porque son por los que pagan mejor. Esos debo robarlos con delicadeza, pues nadie quiere comprar después un teléfono con la pantalla estrellada.

Algunos ladrones novatos no entienden que robar es algo que debe hacerse con planeación. Cualquier atraco es igual a una inversión, donde tus únicos activos son tu libertad, tu tiempo y tu integridad física. Dado que tu tiempo no vale nada por ser un vagabundo cualquiera, debes concentrarte en las otras dos variables. De aproximarte a una víctima que pueda terminar por defenderse y atacarte, ésta puede causarte algunos daños, desde leves a severos. Si tu integridad física es mermada, ya no podrás trabajar con la misma efectividad que antes, a consecuencia de tus heridas. Es por ello que nunca debes robar a gente que pueda representar un potencial riesgo físico, debes descartar a quienes posean cuerpos grandes o atléticos, aun cuando parezcan estar distraídos. Tampoco debes abordar personas en lugares muy transitados, es ahí donde existe una mayor probabilidad de ser atrapado. Una vez encerrado y sin poder estar en las calles, ya no podrás volver a robar de nuevo. Tu libertad es tu activo más valioso, jamás debes realizar robos riesgosos, aunque parezcan demasiado llamativos o tentadores. Nunca se puede ser lo suficientemente cauteloso.

La gente me mira con desagrado al pasar. Si por ellos fuera, yo y todos los de mi clase debiéramos ser exterminados como si nos tratáramos de una terrible plaga en un cultivo de maíz. Desde que vivo en las calles, la gente me llama un “bueno para nada”, totalmente improductivo y un lastre para la sociedad. No me molesta y no los culpo, pienso lo mismo. Asumo con honestidad lo que soy, simplemente sigo con la corriente y sobrevivo en el día a día.

Es una noche común en el otoño del 2015 en Londres. Ni siquiera recuerdo qué día es. Honestamente podría ser cualquiera, todos son iguales para mí. Sufro fuertemente por la ausencia de drogas en mi organismo. Mis extremidades tiemblan y tengo un intenso sudor en la frente. Difícilmente me puedo mantener en pie sin tambalearme luego de un par de segundos. Empiezo a tener alucinaciones, esto no va nada bien. Necesito de manera urgente una inyección de serenidad y compostura en mi cuerpo, una jeringa que me devuelva a la vida.
Pensándolo bien, éste no es cualquier otro día, nunca me había sentido tan mal. Siento morir. Me dirijo con mi proveedor de droga. Sé que no tengo suficiente dinero, pero espero que él pueda entenderlo, dada mi situación. Quizá pueda darme una pequeña dosis, permitiendo que le quede a deber para después el costo del producto más intereses adicionales.

Tengo que terminar con esta sensación, se está volviendo intolerable. De continuar un par de horas así, probablemente estaré cerca del colapso. No siento los labios, están más secos que un desierto, empiezo a ver borroso. ¡Sólo quiero una inyección ya! No me importa si la tengo que robar.
Llego al lugar de costumbre. A diferencia de otros días, se escucha mucha gente en el interior y más ruido de lo normal, se oyen risas estruendosas. No sé de qué pueda tratarse, pero con un proveedor tan desquiciado que responde al nombre de el avestruz demente, uno nunca sabe lo que se puede esperar. Le llaman el avestruz porque mide más de dos metros y tiene una enorme cabeza calva y delgada, y créanme que no quieren saber por qué le llaman demente. (¿Por qué demonios alguien pensaría que la orina es el mejor remedio para hidratar la piel reseca?)

En fin, no tengo otra alternativa más que descubrir por mí mismo qué está ocurriendo en el lugar. Entro y parece como si una fiesta se llevara a cabo, sin embargo, no hay más que cuatro sujetos junto al avestruz demente, y no parece que estén por llegar otras personas. Al verme entrar, todos estallan en júbilo y me dan la bienvenida, se encuentran notablemente drogados. Me dan un recibimiento como si fuera un festejado en su celebración de cumpleaños sorpresa. Esto me toma desprevenido, sin embargo, no desvía mi atención, yo sólo vengo por la dosis que necesito. Me acerco con mi proveedor y le explico mi situación. Estoy corto de dinero, pero necesito urgentemente inyectarme.

El sujeto de al lado suelta una carcajada y me dice que es mi día de suerte. Hoy podría obtener mucha droga sin tener que pagar por ella. Tendría suficiente para dos meses con tan sólo participar con ellos en un juego. Ahora sí tienen toda mi atención. Quiero saber más.
El juego en cuestión se trata de la ruleta rusa. Un juego en el que los seis vamos a empezar, pero sólo cinco lo terminaremos. ¡Estos sujetos realmente están dementes! (Lo que daría ahora por sólo tener que untarme orina en la cara como muestra de locura).
Arriesgar la vida en un juego tan estúpido me parece ridículo. Sin embargo, no sé si tenga mucha alternativa. Si no muero en este juego absurdo, mi cuerpo sentirá hacerlo en unas cuantas horas, de no inyectarme algo urgentemente. Nunca había sentido tal necesidad por esa sustancia en mis venas. No puedo pensar bien y mi boca se mueve por si sola.

- Estoy dentro

Pronunciar esas palabras es probablemente la cosa más estúpida que he hecho en toda mi vida, pero aceptémoslo; nadie va a llorar si el día de hoy resulto ser el menos afortunado de los seis.
La dinámica es sencilla: un revólver posee un cilindro conteniendo seis distintas cámaras, cinco de éstas permanecen vacías, con excepción de una que tendrá una bala. El barrilete se girará aleatoriamente y cada uno jalará el gatillo sobre su cabeza, si eres el desafortunado que atina la cámara con la ojiva, mejor suerte en la próxima vida...


EXTRACTO DE LA NOVELA "SUCESOS IMPROBABLES" CONTENIDA EN EL LIBRO "IDÉNTICOS DISÍMILES" DE ALAN GUTIÉRREZ GALBERT

@identicodisimil

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