lunes, 25 de abril de 2016

Sinfonía

Cada día me preguntaba dónde podía estar mi alma gemela.
Me levantaba con la misma sensación con la que se levanta un pianista cuando le arrebatan el instrumento al que ha dedicado toda su vida.
Buscaba el amor, buscaba la pareja ideal, mi media naranja o mi medio limón que más da; eso no existe, me decían.

Buscaba cariño y comprensión.
Buscaba detalles tontos más que regalos caros.
Buscaba noches de sofá y manta que rematar en la cama, y no aburridos planes de fin de semana.
Buscaba besos lentos y no lenguas hasta la campanilla en una primera cita.
Buscaba una chica inteligente con la que hablar de libros, política, música instrumental y poesía.
Buscaba unos ojos marrones con brillo antes que unos claros sin chispa.

Buscaba una sonrisa que cambiara mi vida, cuando yo ya era el motivo y principal protagonista de otra sonrisa.

Era como el pianista que se deja el alma en interpretar la obra que ponga el colofón a su vida, cuando en realidad lleva la obra en sus dedos desde hace más de cuarenta fragmentos.

Hasta que un día dejé de buscar, miré para otro lado y me la encontré a ella.
Allí, con esos ojos que había visto tantas veces pero había observado tan poco.
Con esa sonrisa que me me decía: bésame y pon fin a mi mundo, que hoy mismo empezamos una nueva vida juntos.

Y la besé.
Y nuestros labios se fundieron.
Terminé la pieza,
resulta que mi alma gemela venía con sinfonía propia.

Se convirtió en la obra.
La obra que ponía el broche a una vida. A una vida llena de partituras y composiciones incompletas arrojadas a la basura.

Ricardo Marcos.
De mi blog ricardomarcos.wordpress.com

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