martes, 9 de junio de 2015

Atrapado en mi habitación. (Por @incursionista )


Al fin.
Mi demacrado cuerpo se posa perpendicularmente sobre la cama, tras horas y horas escuchando a la gente de hablar de sitios ya vistos, de pensamientos sin peso. Mis pies descansan ahora sobre la silla, cuyo respaldo aguanta estoicamente toda la ropa que, algún día devolveré al armario.
Mi alma está tumbada a mi lado. Ambos observamos el techo, y nos fijamos en las fugaces luces que desde la calle se proyectan, y como fuegos artificiales, desaparecen. A veces intercambiamos algunas palabras, pero no me hace mucho caso, y creo que yo a ella tampoco.
En mi habitación todos cumplen su función. El espejo no para de mirarnos. La estantería rebosa de polvo. Las paredes se jactan de su rectitud. Las esquinas están esta noche un poco difuminadas. Y luego quedo yo, que no tengo ni la menor idea de qué hacer.
Podría dormir, amordazar a mi alma y pagar un rescate por ella. Podría gritar desde la ventana, y que la vecina de enfrente piense que soy un demente. Podría ordenar mi mente en este sórdido cuarto. Podría llamarte y contarte mil historias que pasan por mi cabeza cada vez que tu olor me hunde un poco más en el fango de la realidad.
Creo que alguna vez lo he dicho. Mi cuarto no tiene puertas. Estoy atrapado de por vida, conmigo mismo y con las paredes mirándome y tratando de decirme algo que no logro escuchar.
El bullicio de la calle entra sin pensárselo. Me planto en el centro de mi cuarto, ojalá me sirviesen un delirio de grandeza, lo más seco a ser posible.

Estoy atrapado en mi habitación. No puedo gritar, ni si quiera puedo arañar las paredes ya que el gotelé ocupa este rol antes que yo. Me tumbo en el suelo, giro la cabeza, pero lo que se supone que se llama mi “alma” ha bajado al bar, a conocer alguna historia de alguna chica sin rumbo o a pensar en el día en el que dejará de ser joven. Sigo atrapado en mi habitación, pero encuentro consuelo en la gente que merodea por la acera, porque ellos dejaron de ser jóvenes por pactar con la vida.

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